Espacio de reflexión y psicología

DURANTE LA PANDEMIA, ¿Y DESPUÉS?

Patricia Mónica Ploder / Lic. en Psicología / MP 80358

Aún al día de la fecha, después de dos años de la existencia del virus Coronavirus SARS-CoV-2 afectando a los seres humanos, y de comenzadas las restricciones sanitarias por la pandemia de covid19, se desconocen los efectos traumáticos tanto de la amenaza de dicha enfermedad, como de las restricciones sanitarias en las subjetividades. Nuevas costumbres se han instalado: sanitización obligatoria, aislamiento o distancia social, uso de barbijos.
Se van ensayando escritos desde muchas disciplinas. Algunos son realizados con elaboraciones más teóricas e hipotéticas de campos disciplinares diferentes. Otros son producto de investigaciones que se van realizando con datos más estadísticos, con casuísticas con que se cuenta. Parte de esos escritos cuentan con información comprobada de los efectos en las subjetividades de otras situaciones traumáticas o de otras catástrofes sociales , aunque todavía no se sabe concretamente qué efecto tiene ésta catástrofe.
Lo que es un hecho, es que dada la complejidad de cada situación, y de cada sujeto en particular, no es posible realizar todavía ninguna afirmación concreta que revista la calidad de afirmación universal. Sólo podemos contentarnos –por ahora- con leer lo que se escribe, realizando un análisis crítico tanto de esos textos, como de lo que les pasa a las personas que nos rodean, y a nosotros mismos.
No voy a realizar ninguna mención respecto de los efectos que el virus covid19 tiene sobre los cuerpos, sino que voy problematizar un hecho verídico acerca de las subjetividades pandémicas. Luego de la lectura, invito a cada a efectuar las consideraciones respecto a los efectos de esta pandemia, para seguir aportando reflexiones.
Hay una familia concreta, constituida por una pareja de docentes que han tenido un único hijo nacido al inicio de la pandemia. Atendiendo a las restricciones sanitarias han mantenido un prolongado aislamiento, sin tener contacto “presencial” con otras personas, aunque no carecen de infinitud de vínculos. Tienen familiares con los que han tenido contacto “no presencial” o “virtual” durante ese período, y ambos docentes han continuado dando sus clases a través de distintos medios telemáticos. El hijito de esta pareja ha comenzado su nivel inicial también por vías telemáticas durante 2020. Los zooms, meets, classrooms, video llamadas de whatsapp que han mantenido han sido infinitas. El niño ha tenido un desarrollo que fue visibilizado como normal por sus padres durante este período, tanto en sus posibilidades afectivas –comunicacionales como cognitivas.
Levantándose las restricciones sanitarias, la institución en que está matriculado el niño comenzó a realizar clases “presenciales”, iniciándose de esta manera el “período de adaptación” al nivel inicial, pero luego de haberse mantenido la continuidad pedagógica del niño durante un año y medio en este nivel sin dificultad alguna mientras era por vías telemáticas. El problema surgió cuando el niño tuvo que enfrentarse cuerpo a cuerpo, presencialmente, con otras personas, a las que ya conocía en la pantalla. Sufrió de angustias exponenciales y llantos que obligaron a que los profesionales de la institución tuvieran que realizar acomodaciones en la asistencia de este niño a la institución. El niño no toleraba juntarse con sus compañeros, ni compartir el tobogán, ni realizar juego alguno en la presencialidad. Llegado agosto, los directivos decidieron mantener una reunión con los progenitores para comunicarles que debido a las dificultades en la adaptación, el niño no podría continuar en la institución, al menos por este año, siendo que a esta altura del año se espera que unx niñx pueda permanecer en la institución la jornada completa. Pero previamente a esta reunión la docente titular de la sala pudo mantener intercambio con los directivos y el equipo de orientación respecto a toda la trayectoria anterior del niño (durante 2020 y primer parte de 2021). No sólo intentó pensar en los efectos de la pandemia, sino que quiso someter a reflexión todas las posibles secuelas que para esta familia podría tener la suspensión de su escolarización, siendo que las condiciones de pandemia tienen efectos sobre las personas. La evaluación inicial de los directivos utilizó un parámetro que en el ideario de esta institución tenía vigencia para una “normalidad” pre pandemia: si un niño no podía permanecer la jornada entera después de un año y medio de escolarización, debían pensarse en otras alternativas.
Este niño nació y construyó sus modos vinculares en pandemia. Los sujetos surgidos de las pantallas eran más que amigables, y con ellos se podía interactuar; pero en el contacto presencial con las personas, ese virus chiquitito se constituía en una gran amenaza que había que evitar. El otro en la pantalla no era amenazador, pero sí lo era presencialmente. No se trata de un niño con condición del espectro autista, ni fobia escolar, ni ansiedad por separación, ni ansiedad ante el extraño…al menos en este momento. Es un niño nacido y criado en pandemia por covid19.
Nunca más podremos dejar de incluir la variable pandemia al pensar en las producciones de subjetividad, al menos por unos cuantos años.
Vale aclarar que este niño y esta familia están contando de parte de la escuela con las adaptaciones que son necesarias.

  “El futuro después del COVID-19”
2020 Argentina Unida ISBN 978-987-4015-13-6 recuperado de https://www.argentina.gob.ar/sites/default/files/el_futuro_despues_del_covid-19_0.pdf

2020 Moty Benyacar “El impacto disruptivo del coronavirus y la inmunidad psíquica” recuperado de:
https://psicoadolescencia.com.ar/docs/coronavirus/virus004.pdf 

Divorcio controvertido. 

*Lic. Graciela V. García.Psícóloga Clínica.MP:
80.359Posgrado en Clínica psicoanalítica con niños y
adolescentes.Con Orientación Psicoanalítica en Pareja y
Familia.Atención en Hurlingham.Email:
gvghur60@gmail.com

Cuando dos personas se separan, la mayoría de las veces, uno de ellos es el que sabe con anticipación que se desvinculará porque siente que “no va más”. Otros se percatan en el instante que le dicen que el vínculo llegó a su fin, sufriendo a destiempo y muchas veces es implicando a un tercero. Difícil es encontrar quienes sinceren sus sentimientos. Los diálogos suelen terminar o empezar con discusiones de alto impacto verbal y/o físico por defender posturas rígidas. Todo esto produciría controversias.
La mayoría de las parejas, discuten sus cuestiones con tal intensidad que los niños están “metidos en el medio” convirtiéndose en rehenes. Y con la separación se va la ilusión de que se termina el problema, cuando en verdad, casi siempre empieza: repartición de bienes, dónde vivir, quién asume gastos, quién se queda con los niños, qué decirles, frecuencia de visitas, y otras tantas situaciones cotidianas.
Lo ideal sería terminar una relación con lo que esto implica (duelos), para comenzar otra. Por lo general, “un clavo no saca otro clavo”, sino que remacha o machaca en el mismo lugar ahondando lo que no fue resuelto.
Sumado a esto, los tiempos modernos llevan a impulsividades de no corte de las pulsiones parciales que buscan goces efímeros. La palabra “goce” designa justamente el encierro del cuerpo en sí mismo, un sueño autístico liberado de la discordancia sexual. Sin esfuerzo, los mensajes epocales de “pasarla bien”, de “vivir el hoy” pulsan a que las personas sientan que los lazos duraderos, ni son lazos, ni son duraderos. Estaríamos en un encierro donde triunfaría el goce que es autárquico, y aparecería el sentimiento de vacío, agujero interior, un sin sentido que despierta el ciclo otra vez, para ser llenado por otros goces efímeros: sustancias, sexo compulsivo, trastornos alimenticios, ansiedad, violencia, ludopatías, descarga, y otros.
Sin embargo, todos sentimos, que estamos en una sociedad de soledades, en búsqueda de un amor inconfesable por temor a que el otro escape. El vínculo es contrapunto, discordancia. Este contrapunto es tan liberador que se asemeja al amor. El planteo de la “fidelidad” agobia apareciendo el temor al encierro y ahogo. Plantearse la fidelidad desde el arranque es idealista. Compartir momentos agradablemente distendidos, suelen naturalmente desplazar a los viejos goces. Acercándose a lo placentero, armarán algo parecido al amor. Entonces la fidelidad es un punto de llegada, no de partida.
Para los que sienten que la vida es más fácil de a dos, es una verdad indiscutible y para aquellos que sienten que estar sólo abriga bienestar, también es su verdad. La distorsión aparece cuando uno está en una sintonía y el partenaire en otra. En estas situaciones hay algo de la desestima del otro cuando no se es auténtico. Engaño, negación, “amores perros”, dolor y abandono son algunos de los elementos de ese conjunto desintonizado.
Para todo, hay una solución que no es la que sale en los diarios: feminicidios, abusos morales, hombres hostigados, hijos rehenes. La vida y lo placentero tiene otro decurso que no es el de la destructividad, lo precario, lo mortífero de la propuesta del desencuentro con los otros. El amor tiene otras coordenadas, y quizá sería conveniente recalcular, como con un GPS. Aún todavía, la constitución de nuestra subjetividad nos enseña que es intersubjetiva.

Tres palabras

*Lic. Graciela V. García.Psícóloga Clínica.MP:
80.359Posgrado en Clínica psicoanalítica con niños y
adolescentes.Con Orientación Psicoanalítica en Pareja y
Familia.Atención en Hurlingham.Email:
gvghur60@gmail.com

NO ES TRISTE LA VERDAD. NO TIENE REMEDIO

Todo momento histórico tiene signos polisémicos de la época que, como tatuajes, imprimen en nuestro psiquismo, modos de interpretar la realidad. En el universo de lo humano, estamos signados por la “Industrialización”. La maquinaria, la producción en serie de objetos de consumo, capitalización, finanzas y lo doméstico de nuestra existencia, están bautizados por los designios de este paradigma que nace, transformándonos, incorporando las ideas, creencias y compor-tamientos que llevan su insignia. En la actualidad ese paradigma de la industria-lización está mutando, ya que muchas subjetividades se formulan cada vez más, por fuera del sistema quedando incomprendidas. Aunque permanecer dentro del sistema es difícil ya que la infelicidad marca el destino del sujeto deseante de otra cosa.
Hoy por hoy aparecen en lo cotidiano, tres palabras cuyos significados son bordeados por las fisuras del paradigma. Estas tres palabras son:
Inseguridad, incertidumbre y ambigüedad.
La inseguridad es conocida por todos en el mundo, no sólo el delito en las calles sino atentados con bombas, fundamentalistas, kamikazes, auto-incineración, suicidio en sectas, refugiados, inmigrantes de países políticamente expulsivos, amenazas de bombas desde caseras hasta atómicas, fulguran en las redes sociales alertándonos que nada es seguro ni estable. Se suma a la inseguridad social, la económica y las teorías derrotistas, apocalípticas y catastróficas estimulan los estados de ansiedad generalizados que padecemos.
La incertidumbre es un “no sé” que no estamos acostumbrados a asumir. Lo queremos saber “todo”, impulsados desde los modelos enciclopedistas de acumulación de conocimientos hasta la Big-Data en donde el saber en Internet también es dudoso ya que cualquiera puede subir información des informante. Discursos escritos con modalidad investigativa son capaces de narrar necedades. ¿Qué subieron en Facebook, Instagram o twitter? ¿Llegaremos a fin de mes a pagar los gastos? ¿Encontraré trabajo? ¿Sobreviviremos a la falta de agua? ¿El planeta tierra desaparecerá tal cual lo conocemos? Las respuestas son: “no sé” y la sabiduría se torna un imposible.
La ambigüedad es definida como “Comportamiento, hecho, palabra o expresión que puede entenderse o interpretarse de diversas maneras”. Es decir, aquella percepción que tenemos nos desorienta en cuanto a lo informe, dudoso, que sugiere equívocos y que nos provoca lo críptico. Para aquellos que se formulan en “es un sí o no” o “Para mí es Blanco o Negro”… la ambigüedad les traerá aparejado la inhibición, superstición, prejuicio, y podría despertar en cada quién los aspectos más miserables de su personalidad.
Para los psicólogos con orientación psicoanalítica estas tres palabras, estos enigmas de la vida actual, no tienen por qué ser negativos. Al contrario, son motores para iniciar el camino acercándonos a nuestro inconsciente. Inconsciente definido como el dínamo del proceso de desarrollo tanto emocional como intelectual y en otras áreas como la creatividad, la imaginativa del poeta, la del juego como reservorio de la alegría de vivir, el vínculo como el ejercicio de compromiso y sujeción en simpatía con otros, la trascendencia. En definitiva: la pulsión de vida.
En ese camino de hacer consciente lo inconsciente, descubriremos los discursos paralizantes definidos como el reservorio de la compulsión a repetir los viejos traspié que inmovilizan. Por lo tanto: inseguridad, incertidumbre y ambigüedad son oportunidades para realizarnos en la apertura a un mundo nuevo que nos invita a renovar la manera de ser, constituyéndonos persona.

Mi novio tiene hijos.

Por Patricia Mónica Ploder Lic. en Psicología – MP 80358

El otro día una amiga que no tuvo hijos propios, me contó que está saliendo con un señor que tiene hijos, y me pedía mi opinión como psicóloga. Me preguntaba cómo era saludable que ella se vinculara con esos chicos. Además, me contó que ante esta inquietud intentó googlear sobre el tema y dice que encontró muy poco.
Su planteo me llevó a pensar en tantos casos en los que hay familias ensambladas en las que las nuevas parejas interactúan con hijxs que no son hijxs propixs, e hijxs que interactúan con los nuevos vínculos que generan sus progenitores, lo que genera movilizaciones en todos lxs actores.
Lxs actores en esta escenificación pueden ser:
-Nuevas parejas que se constituyen, cuyos miembros pueden o no haber tenido hijxs en historias anteriores que pudieron haber sido matrimonios constituidos, o relaciones pasajeras, o monoparentalidades, o en alguna otra modalidad diversa; o sea padres y madres.
-Hijxs que han sido gestados en grupos familiares con los que han generado vínculo, y que en algún momento son incorporados al nuevo vínculo que alguno de sus progenitores genera, en el que materialmente quedan incluidos por la nueva unión.
-Cualquier otro rol familiar: tíxs, abuelxs, hermanxs, primxs… que puede constituirse también en un vínculo significativo desde un lazo no biológico, con afectividad construida a partir del nuevo vínculo.
Mi amiga me preguntaba cómo hacer para no invadir a los chicos en posibles rivalidades que ella podría generar con la madre de los mismos, ex pareja de su novio, al mismo tiempo que quería ser hospitalaria con los niños. También le preocupaba cómo no dejar de ser ella misma, con sus propios valores y formas de funcionamiento familiar, sin imponerles arbitrariamente a los chicos normas que no fueron consensuadas entre los progenitores de los mismos.
Su pregunta surgió desde el principio de su relación, pero fue profundizándose en la medida que los niños compartieron con ellos fines de semana, salidas, vacaciones y festejos familiares. Dudó en lo que podría generar si ella participaba en el cumpleaños de los niños en los peloteros en que compartían sus festejos con personas de su entorno, como compañeros del colegio y familiares de parte de la madre de los niños.
Me pareció que la línea en la que venía mi amiga era criteriosa, pues además de estar atenta a sus propios sentimientos, quería tener en cuenta los de todos los actores involucrados.
Quería que ese tiempo compartido con los niños fuera agradable para ella, y de hecho disfrutaba mucho estar con ellos. Pero también deseaba que fuera placentero para los chicos, sin generar conflictos de lealtades en ellos. Deseaba respetar a la madre de los niños, y a los consensos a los que habrían llegado los progenitores de los niños (es decir su propia pareja actual, y la ex pareja de él), sin dejar de tenerse presente a sí misma.
Como todo lo humano, la respuesta es compleja. Las nuevas configuraciones familiares (no tradicionales, llamadas también familias ensambladas) implican procesos complejos de inclusión y progresivas construcciones de los nuevos vínculos, aunque no dejan de ser vínculos humanos, afectivos, con las particularidades de todas las construcciones vinculares.
La idea es respetar todos los tiempos subjetivos (no cronológicos) de todos los que deben participar en la creación de estos nuevos vínculos; siempre para sumar, jamás para rivalizar intencionalmente ni generar discordias innecesarias y destructivas. Nadie está obligado a amar a quien no puede amar, pero a través de modalidades respetuosas pueden construirse progresivamente vínculos cariñosos y saludables, con posibilidades de ir sorteando –como lo logran todas las familias saludables- las dificultades que vayan surgiendo.

Viajar.

Alguna vez nos enseñaron que los pueblos se dividían en dos. Los nómades en el mundo como los gitanos, mongoles, chichimecas, beduinos, amazonas, esquimales, tuaregs o los matacos, guaraníes, querandíes, comechingones, patagones u onas en Argentina, vivían trasladándose a regiones circundantes y a paso de hombre en búsqueda de alimento y caza. Los sedentarios en Argentina como los calchaquíes y diaguitas y en el mundo los chinos, egipcios, griegos, fenicios y mayas, se establecían en territorios aptos para la agricultura y la ganadería. Mientras que los períodos glaciares, movimientos sísmicos y cambios climáticos obligaron a muchos a tomar rutas de destinos inciertos a otros, los motivó a establecerse en lo que se denominaron “ciudades o civilizaciones”. Con todo, la sobrevivencia fue la finalidad.
También las características de las personas nacidas entre montañas eran descriptas con persona-lidades cerradas, obtusas, poco comunicativas, endogámicos, un carácter mimético con animales ariscos, salvajes y rústicos. En cambio, los nacidos mirando al mar, eran descriptos con carácter vivaz, locuaces, abiertos, comunicativos, de intercambio generoso, aventureros, soñadores, proclives a la exogamia comparados con los animales del mar, fluyentes, escurridizos, móviles, de difícil caza.
Hoy sabemos que las clasificaciones de los pueblos originarios son limitadas para saber acerca de la antropología, y las características de perso-nalidad dependen de otros factores complejos.
Los humanos tenemos un deseo que no es compartido con los animales, cual tener “deseo de otra cosa”. Podríamos explicarnos entonces, que las ganas de viajar hoy, responde a este placentero recurso del deseo que incluye no sólo las características de nuestros primeros humanos míticos, sino también la geografía, que promueve renovar la sensaciones de aquellos que una vez fuimos y más, alejándonos de la sobrevivencia y acercándonos al placer.
Viajar recrea la amplitud mental de disponerse a otra cosa que no sea lo cotidiano, romper con la proximidad de lo conocido, la promesa de ponernos en la aventura de encontrar en nosotros recursos que no ponemos en juego en nuestras rutinas. Viajar nos cambia el “chip” de dónde venimos para desafiar hacia dónde vamos. Nos replantea quiénes creemos que somos y encontrarnos con la renovación de nuestros aspectos negados o renegados por la chatura del entorno costumbrista. Nos sosiega el vacío existencial, nos regala sentido, promesa de acercamiento humano y desafíos. Rompe con los rituales de interpretar lo que sucede en el mundo desde nuestro ombligo imaginario de que otros son iguales a nosotros y viven, piensan, sienten y sueñan igual. Te baja la guardia, te sumerge en la contemplación y aparece un sentimiento de entrega al foráneo con la insólita seguridad de que te van a ayudar. Sólo, en pareja, con amigos, en contingente, todas experiencias diferentes, y a la vez prometen la alegría de no saber qué va de la vida. Gozar es parecido al amor. Y viajar es un goce. Temporario, fugaz, que marcará los destinos del próximo viaje.


*Lic. Graciela V. García Psícóloga Clínica MP: 80.359//Posgrado en Clínica psicoanalítica con niños y adolescentes.//Con Orientación Psicoanalítica en Pareja y Familia.// Atención en Hurlingham.//Email:gvghur60@gmail.com

La pandemia hoy

Por Patricia Mónica Ploder Lic. en Psicología – MP 80358

Hoy me es imposible no escribir sobre el coronavirus. Desde que se empezó a saber de esta enfermedad, surgida en la zona cero, en China, fui transitando distintos sentimientos y pensamientos. En este momento, mientras estoy ante el teclado, se me agolpa un torbellino de recuerdos de reacciones (mías y ajenas) ante las infinitas noticias, ante los comunicados a veces contradictorios, ante las recomendaciones de distintos orígenes, ante las bromas inteligentes o de mal gusto.

Hoy voy a escribir sobre qué nos pasa a los humanos ante la percepción de la tragedia. En esta línea, recordé mi artículo publicado en este medio en 2012 en ocasión del trágico accidente del Ferrocarril Sarmiento, donde intenté conceptualizar sobre los efectos que tiene sobre las personas el estar expuestos a una tragedia. Asimismo, escribí acerca de las alternativas elaboradoras con que contamos, como intentos de superar el dolor, la frustración y el miedo que nos produce la exposición tanto a la muerte física (nuestra o de alguien cercano) como al arrasamiento subjetivo. Muerte de los cuerpos y muerte de los sujetos.

Sabemos que podemos morir con falla respiratoria, ya conocemos todas las medidas de prevención físicas. Pero no sabemos cómo nos afecta, y pocos nos hablan de cómo afrontar el posible arrasamiento subjetivo que nos genera esta pandemia, en relación a un futuro posible y a todo lo dicho y publicado sobre ella.
Los humanos naturalmente imaginarizamos nuestro futuro. La ilusión siempre es que en el futuro vamos a estar mejor. Cuando la perspectiva futura nos amenaza nuestra posibilidad de proyectarnos, aparecen sentimientos negativos: angustia, miedo, desazón, entre otros… En el caso de una enfermedad contagiosa que no discrimina en su propagación, y ante imposibilidad de visibilizar la noxa para evitarla, las personas podemos vivirla como excepcionalmente amenazadora.

Puede llegar a colapsar nuestra posibilidad de inmunidad anímica. Pueden aparecer reacciones de intentos de protección psíquica cuya estructura es bastante primaria o primitiva. Estas respuestas no nos suman ni como individuos, ni como sociedad. Pueden aparecer pánico, egoísmo, impotencia, desesperación; los peores sentimientos individuales y las peores crueldades intersubjetivas.
¿Sugerencias? Pasemos todo lo que escuchamos y todo lo que nos llega por el crisol solidario, racional y ético. Estemos muy atentos a todos nuestros sentimientos, y ponderemoslos a la luz de la situación de cada momento, evitando anticipar futuros catastróficos que son sólo una posibilidad. No permitamos que esta pandemia se convierta en una guerra de supervivencia en la que perdamos de vista que todos estamos en la misma, y que como sociedad humana todos dependemos de todos para nuestras supervivencias físicas y anímicas.

Si recibiste una publicación, un video o un audio que te angustió o te asustó, y querés compartirlo, acordate que se la estás mandando a amigos, a familiares y a compañeros, que probablemente sientan lo mismo que vos. Aún si así decidís mandarla, contale a tu destinatario acerca de tu sentimiento. Conversen acerca de esto. Armen redes de contención que ayuden a evitar el pánico y que favorezcan el fortalecimiento de los lazos solidarios.
Nuestra respuesta inmune (física y anímica) se fortalece con vínculos cariñosos, respetuosos y saludables, y creo que por ahora es la mejor vacuna con la que contamos.

PARADOJAS DEL AMOR, Y EN TIEMPOS DE PANDEMIA

Por Patricia Mónica Ploder Lic. en Psicología – MP 80358

Hay distintas situaciones que ponen en jaque a los amores, y el aislamiento sanitario es uno de ellos. La imposibilidad de acercarse físicamente es una de las formas de evitar el contagio, y de preservar la vida propia y ajena. Surge de lo anterior que no demostrar físicamente manifestaciones del amor termina siendo un acto de amor. El dilema planteado es que al acto de amor consiste en no expresar el amor con cercanía física. Algunos eligen no acercarse y otros lo aceptan como acto de amor. Otros eligen exponer al otro a situaciones paradojales.
Hoy deseo describir los efectos de la instrucción paradojal en los vínculos humanos. Existen enunciados que son enloquecedoras para el interlocutor y encubren el ejercicio de la violencia. Hay personas que exigen “pruebas de amor” anexados a la falta de cuidados. Van algunos ejemplos:
El uso de preservativo durante algún encuentro sexual es condición para evitar contagios, como HIV o hepatitis por ejemplo. Independientemente del lugar que un condón puede tener en la erótica de la relación, es posible que alguien pida no usarlo diciendo algo como “¿no confiás en mí?, entonces no me amás”. Paradoja difícil de resolver, porque si el amor implica cuidados recíprocos, la eximición de su uso no es prueba de amor, aunque se describa asociada a la confianza, la que a su vez sería la prueba del amor. Por el otro lado, “la desconfianza” de que alguno de los partenaires sea portador, queda del lado de un supuesto desamor, y no de un cuidado amoroso.
La comunicación paradojal queda claramente expuesta en esta descripción.
Va otro ejemplo en pandemia, similar a uno que me contaron el otro día, y más disfrazado de ofrecimiento generoso.
Una persona le escribe por whatsapp a otra: “me voy a tomar el colectivo, voy a tu casa a llevarte los condimentos que te faltan para cocinar los canelones, y me quedo a cenar con vos”. La cocinera le contesta que puede hacer los canelones con los ingredientes con que ya cuenta en su casa, que no es necesario que le lleve esos condimentos específicos. El oferente insiste, por lo que ella le contesta que si quiere llevarlos puede hacerlo pero que no le permitirá el ingreso a su casa, atendiendo a las medidas de cuidado necesarias para evitar el contagio de Covid19. A lo que esta persona le contesta, con tono enojado, “pero cuando voy a otras casas, me reciben; voy con alcohol en gel y barbijo”… y luego con tono irónico agrega “si no querés estar cerca mío, nos quedamos a dos metros de distancia”.
La cocinera se siente acorralada entre las supuestas buenas intenciones del que dice que se sacrificará yendo en colectivo para llevar unos condimentos, exponiéndose al contagio (por amor) para aportarle los condimentos que ella no tiene y que el sacrificado supone que deben incluirse en la preparación. Cabe aclarar que la cocinera nunca los solicitó, ya que surgió a partir del intercambio por whatsapp. El sacrificado realizó su propuesta sugiriéndole una receta con todos estos condimentos, disfrazando desea manera la concreción de un encuentro deseado por él.
Todo este intercambio discursivo no deja en primer lugar la necesaria ética recíproca del cuidado del semejante, sino que el punto visible queda situado en la negativa de la cocinera. Ella no estaría valorizando el sacrificio ajeno realizado “por amor”, ni está dispuesta a sacrificar su propia seguridad “por amor”, así como tampoco festeja ni acepta el encuentro, cosa que el oferente desea.
El manipulador, que ejerce violencia, establece este tipo de comunicaciones que adquieren todas las características de instrucciones paradojales, que dejan sin salida a su interlocutor. El manipulador modifica intencionalmente (y con gran habilidad) los elementos presentes en la comunicación con el objetivo de mantener el control del otro, haciéndolo sentir culpable y confundido.
Querido lector, seguramente mientras leía se le habrán ocurrido varios ejemplos que haya vivido o esté viviendo. El amor puede querer ser disfrazado de sacrificio innecesario y a los efectos manipulatorios. Cuidemos a los demás y cuidémosnos a nosotros mismos de situaciones malintencionadas, detectando este tipo de intercambios con quienes suponemos que nos quieren y que nos exigen “pruebas de amor”.

Nota: INSTRUCCIONES PARADOJALES: Son figuras comunicacionales que consisten en emplear expresiones que son contradictorias, y contrarias a la lógica. Independientemente de la opción elegida, no existe final feliz posible.  

EL PARADIGMA ÚRSULA


Por Patricia Mónica Ploder Lic. en Psicología – MP 80358

En la violencia de género hay infinitos sucesos que lamentablemente ocurren todos los días, y en todos los lugares del mundo, algunos más letales que otros, algunos más difundidos que otros.
Además, las personas nos vamos anoticiando con mayor detalle de las razones por las que ocurren los hechos de violencia por género, y por lo tanto vamos armando nuevas concepciones acerca del tema. A veces, y en paralelo, también se van armando nuevas instancias protectorias para las víctimas, y nuevos debates en torno al tema.
Las redes sociales y los medios de comunicación se inundan de opinólogos más o menos preparados para abordar el tema, o sólo dispuestos a hacer barullo, aturdiendo a veces con un exceso de versiones a veces acotadas y culpabilizadoras sobre el tema. Otras veces, el debate resulta fructífero y sumamos cambios positivos.
Lo que no queda dudas es que hubo y hay situaciones que implican un antes y un después, para todos y todas, sin excepción. Lo que ocurrió antes, lo que ocurre durante y lo que ocurre después sigue siendo terrorífico, y con peso suficiente como para sumar a un cambio de paradigma. Siempre hay un punto de inflexión, sin retorno.
Para hablar específicamente en nuestro país, hubo varios eventos en los que los lamentables episodios de violencia por género ocurridos –entre miles-, generaron una ruptura de paradigma.
Sólo para mencionar a algunas de ellas: Alicia Muñiz, María Soledad Morales, Marita Verón, Wanda Thaddei, Candela Sol Rodríguez, Micaela García, Thelma Fardín, Úrsula Bahillo
Un paradigma es el conjunto de experiencias, creencias y valores que afectan la forma en que un individuo percibe la realidad y la forma en que responde a esa percepción. Un paradigma dominante se refiere a los valores o sistemas de pensamiento hegemónicos o dominantes en una sociedad, en un momento determinado. Los paradigmas dominantes son compartidos por el trasfondo cultural de la comunidad y por el contexto histórico del momento.
El patriarcado es un paradigma, que muta y se disfraza, según sus necesidades de seguir sosteniéndose. Pero también la exigencia de protección de lxs vulnerables cambia cada tanto de paradigma, y generalmente luego de hechos que “revolucionan” a la gente, a la opinión pública, a los organismos.
Se habla de cambio de paradigma para remarcar un cambio en la forma en que una determinada sociedad organiza e interpreta la realidad. Un cambio de paradigma es no sólo una alteración de los modelos teóricos que generan consenso científico, sino también un cambio en la visión global acerca de una determinada disciplina, ciencia o tema. Los cambios paradigmáticos son revolucionarios, rompen con las ideas establecidas y nos hacen mirar con perspectiva histórica.
Relean la breve nómina de mujeres víctimas de violencia por género que escribí más arriba, y traten de recordar las circunstancias que rodearon a esos hechos. Por ejemplo, a partir del femicidio de Micaela García, surge la Ley Micaela, que obliga a capacitarse en género. Después de la denuncia de Thelma Fardín deja de in-visibilizarse y naturalizarse la obligatoriedad de acceder al sexo “porque mirá cómo me ponés”, y comienza a hablarse del ejercicio de la violencia sexual sin el consentimientos de la víctima, y sin la necesidad de usar ni cuchillos y ni armas apuntando a la cabeza de la víctima.
Nos sigo invitando a recordar, y establecer nuevas conexiones: ¿qué pasó después de Alicia Muñiz, y de María Soledad Morales, y todas las otras que nombré, y las que no nombré hoy, que son infinitas?.
¿Qué está pasando después de Úrusla Bahillo?.
Sigamos llorando por ellas, alcemos las voces, y sigamos tratando de cambiar el mundo.
Imagina, como dice el texto de la canción de John Lennon, nos copio partes.
Imagina a toda la gente,
viviendo en paz.
Puedes decir que soy un soñador,
pero no soy el único.
Espero que algún día te nos unas,
y el mundo será solo uno.
Imagina que no hay posesiones,
me pregunto si podrás.
Sin necesidad de agredir a nadie,
como una hermandad.
Imagina a la gente
Compartiendo el mundo.
Puedes decir que soy un soñador,
pero no soy el único.
Espero que algún día te nos unas,
y el mundo será solo uno. 

“DE SEGUNDA NO BAILO”

Por Patricia Mónica Ploder Lic. en Psicología – MP 80358

De vez en cuando la vida nos besa en la boca
Y a colores se despliega como un atlas
Nos pasea por las calles en volandas
Y nos sentimos en buenas manos
Se hace de nuestra medida, coge nuestro paso
Y saca un conejo de la vieja chistera
Y uno es feliz como el niño
Cuando sale de la escuela
De vez en cuando la vida toma conmigo café
Y está tan bonita que da gusto verla
Se suelta el pelo y me invita
A salir con ella a escena

Fragmentos de: “De vez en cuando la vida”, de Joan Manuel Serrat
Tomando el consejo de la vieja canción de Serrat y habiendo tomado distintas invitaciones de la vida (y que no fueron hechas de primera), confieso que he vivido, y que he aprendido. Supongo que la sabiduría sirve para pensar y analizar las cosas que tuviste la posibilidad de vivir, si las mirás desde distintas ópticas. Está bueno dar vuelta las cosas para ver cómo se ven desde otros lados.
Yendo al título de lo que quiero que pensemos juntos hoy, hace poco me acordaba que cuando yo era adolescente si ibas a bailar, tenías que esperar a que un muchacho te sacara a bailar, si no era así “planchabas”, y te quedabas sin bailar. La invitación a bailar era personalizada: se acercaba un muchacho y te sacaba a bailar. Podía ocurrir que declinaras alguna invitación, ya sea por no dejar sola a alguna amiga o porque el muchacho no te gustaba.
Yo sólo contemplaba la posibilidad de que la salida correcta a bailar se debía concretar si ambos se gustaban, y sólo si la recíproca elección se concretaba. El varón daba vueltas mirando cuál le gustaba, y la mujer aceptaba si había mirado también y ese varón le parecía aceptable.
Pero también podía ocurrir que algún muchacho se acercara a un grupo de chicas y encarando de a una, la señalara con el dedo el dedo y decía “¿bailás?” y si ésta decía que no, continuara con la siguiente, y así sucesivamente hasta que alguna quería bailar. En ese caso, ambos volaban a la pista.
Más de una vez escuché a alguna contestar “de segunda no bailo”, y en ese momento me pareció razonable, en la línea lógica de elegir con quién bailar, y de ser elegida. Si no era la primera, la chica (que yo consideraba de alta autoestima) rechazaba (acertadamente para mí en ese momento) la invitación que ocurría en esa ronda donde el muchacho les iba preguntando a todas, ya que no era digno salir si la invitación no era de primera.
En esos momentos jamás se me ocurrió pensar que si vas a bailar deseando bailar, lo mejor que te podía pasar para no “planchar”, era aceptar la invitación. Ya que si lo que buscabas era bailar, ese muchacho buscaba justamente a alguna deseosa de salir a la pista. En cambio, si lo que estaba en juego era ser elegido o elegir, con la mirada puesta en ser el o la primera/o, o sea algo parecido a ser único o única, se perdía totalmente el foco del baile, y el devenir del evento quedaba detenido en una cuestión puramente narcisista.
A poco de pensarlo, y dando vuelta la historia, los que realmente “planchaban” eran esos: los que elegían tan obsesivamente con quién bailar, que se quedaban sin dar y sin darse la oportunidad de vivir las invitaciones de la vida.
Y yendo a la vida de todos los días, en todos los ámbitos, pienso que si de vez en cuando la vida se suelta el pelo y te invita a salir con ella, no te lo pierdas. Casi nunca las cosas se dan “de primera”, y ahora estoy convencida que la sabiduría está en considerar las segundas y todas las demás oportunidades, aunque no sean sólo “de primera”. También estoy convencida que la autoestima se construye con lo vivido en cada intento y que al tomar las invitaciones de la vida se descubren alternativas impensadas inicialmente.

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